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Con dos mochilas y algo de exceso de peso a nuestras espaldas, empezamos nuestro recorrido por Brasil allá por 2014, un viaje que nos llevó casi dos meses en el que pudimos conocer de primera mano lugares de ensueño y lo mejor de la gastronomía brasileña gracias a sus amables gentes y de la mano de mi familia, claro.
En nuestra primera etapa recorriendo el país viajamos desde mi hogar hasta Caraíva, en el extremo sur de la región de Bahía, en la zona central de la costa del país.
Salimos de Belo Horizonte -la imagen de los mangos es del patio de nuestra casa familiar! -, la capital de la región de Minas Gerais. Aquí degustamos el típico self service brasileño, además de un buen plato de Figado con Jiló (hígado con una clase autóctona de berenjena) y de Canjiquinha com Costelinha (cocido típico hecho con harina granulada de maíz y costillas de cerdo).
Desde casa volamos hacia Arraial d’Ajuda donde nos quedamos dos noches para aclimatarnos (¡el calor es tremendo!). Un lugar tranquilo y acogedor, donde podemos degustar marisco de primera para recuperar fuerzas antes de seguir hacia nuestra primera parada Caraíva.
La llegada a Caraíva se hace de rogar: Un camino de cabras y tres horas en autobús para recorrer 50km y así llegar a un pequeño paraíso en el que los coches no circulan y que cuenta con acceso a la red eléctrica desde hace bien poquito.
Para acceder a las playas el único medio es el barco, y las calles no están asfaltadas, son de arena. Un rincón bañado por el rio Caraíva donde desconectar de una forma inimaginable.
– TATA –